sábado, marzo 31, 2007

El cuento de las loras y los pericos borrachos

Cuando esta noticia apareció en los cables de noticias el 26 de marzo pasado, proveniente de la agencia EFE de Honduras, comenzaron los chistes en la redacción del periódico para el cual trabajo. Yo mismo hice un apunte un día después para recordar la noticia insólita: “En la edición de hoy, el rescate de 75 pájaros borrachos”. Como la mayoría de los periódicos de la región, los matutinos salvadoreños reprodujeron la noticia al día siguiente enfatizando la ebriedad de las aves:
Tres nicaragüenses fueron detenidas en el sur de Honduras por llevar de contrabando hacia El Salvador 75 aves “emborrachadas” para que no hicieran ruido.
Las mujeres, detenidas el lunes, cargaban 40 pericos y 35 loras en varias canastas, envueltas en trapos humedecidos con aguardiente para que las aves se mantuvieran tranquilas.
Las nicaragüenses son Ulisa Antonia Gómez, Joselina Carranza y María Edas Hernández, quienes viajaban en un autobús de pasajeros desde la frontera de su país con Honduras hacia El Salvador y fueron detenidas en el retén de Pavana, Choluteca.
La policía también decomisó a las mujeres varias botellas del aguardiente con que “emborrachaban” a las aves, que habían sido capturadas en Nicaragua, indicaron los medios
locales.
Decomisan loras y pericos borrachos, El Diario de Hoy, miércoles 27 de marzo, 2007.
Desde entonces he contado la historia un par de veces, provocando chistes y bromas sobre loras borrachas. Quería compartir la gracia en esta bitácora. Pero entonces se me ocurrió buscar una imagen que ilustrara el cuento. Y al hallarla me topé con la noticia tal y como apareció en Honduras, donde ocurrieron los hechos y donde los reporteros obtuvieron los datos de primera mano. El tono del artículo es radicalmente distinto, como lo demuestran estos fragmentos:
El descubrimiento fue casi aterrador. Los pericos iban en canastas, envueltos en trapos humedecidos con alcohol para que los animales se mantuvieran adormecidos y no hicieran ruido.
(...) Las aves que se encuentran en peligro de extinción eran llevadas por tres mujeres nicaragüenses, las que aseguraron que los animales eran procedentes de Nicaragua y que iban con destino a El Salvador donde los pagaban en dólares.
(...) La Dirección General de Servicios Especiales de Investigación de la Policía (DGSEI) manifestó que los traficantes de animales están utilizando unas nuevas estrategias para llevar los loros y pericos. El acto inhumano consiste en envolver los pájaros con trapos bañados de aguardiente o alcohol, de esta manera se aseguran que no hagan ruido y así no los detecten los pasajeros.
(...) Las loras, casi de forma inmediata, serían trasladadas a la Estación Biológica Zacate Grande, donde serían liberadas para que no murieran, especialmente las que se encontraban maltratadas por el largo viaje desde Nicaragua. Los decomisos de especies en extinción son casi normales en esta zona del país. Los animales más propensos al tráfico son los reptiles y aves como loras, pericos y guaras.
Decomisan pericos borrachos. El Heraldo, Honduras, miércoles 27 de marzo, 2007.
Lo que en Honduras fue una historia de horror que evidenciaba un acto inhumano contra especies en peligro de extinción se convirtió para los periódicos de otros países en una nota de color.

El tráfico de animales es un acto horrendo porque está extinguiendo la fauna que nos identifica. Esta es nuestra naturaleza y somos parte de ella, dependemos de ella. Este cuento, tan genial y divertido cuando lo conocí al principio, ahora sé que no es para reírse.

A quienes les interese el tema, El Diario de Hoy publicó un excelente reportaje en dos entregas, el 24 y 25 de septiembre del 2006: Depredadores de animales y Descarado saqueo de fauna.

jueves, marzo 29, 2007

Plagas

No puedo creer que han pasado 20 días desde mi último post en Hora Cero. No tengo internet en mi casa, de hecho, no tengo ni teléfono ni televisión y navego muy poco en el internet, excepto cuando estoy en mi trabajo buscando noticias o investigando un tema, así que es extraño que tenga un blog... ¡Pero tengo tres! Este mes me mudé a una nueva casa, donde también tengo mi estudio. Y es increíble cómo las mudanzas afectan el tiempo: pintando las paredes, arreglando cosas (la electricidad, la cocina). Esta mañana, después de no haber visto un sólo insecto en un mes apareció una plaga de hormigas que parecía digna de una película de horror. Lo extraño es que las hormigas soldados que cuidaban las líneas de tránsito de las hormigas trabajadoras tenían alas. ¿Alguien ha visto alguna vez hormigas con alas? ¿Tal véz son otro tipo de insecto? Tuve miedo cuando las vi. Y ahora descubro que han pasado 20 días desde mi último post. ¿Cómo es posible? ¿Adónde se fueron esos 20 días? ¡Ah, he comenzado ha recordar! En algún momento recibí la noticia de que un primo mío, Saúl, murió en un accidente de carro en Usulután. Con él murió su esposa y una hija de nueve años. Mi otra sobrina, Alicia Alexandra, de sólo tres años sobrevivió. Cada hueso de su cuerpo tenía una fractura, incluso los de los dedos de sus pies. Cuando llegué a verla al hospital, ella estaba en la Unidad de Cuidado Intensivo. Tenía múltiples fracturas en el cráneo, y le habían hecho dos agujeros en la cabeza porque el cerebro se le había hinchado y era necesario disminuir la presión a la que estaba sometido. ¿Cuándo van a venir sus padres?, me preguntó la enfermera de turno. No creo que vengan este día, le dije, mientras acariciaba la mano derecha de Alexandra, la única que estaba libre de sueros y de vendas y de alambres. ¿Vivirá?, pregunté. No lo sabemos, me dijo la doctora, como ve está con un respirador y el doctor cree que ha tenido infartos cerebrales. Reconozco la expresión: donde ocurre un infarto, el cerebro no se recupera nunca más. ¿Tuvo más de un infarto? Eso es lo que dice el doctor, respondió la doctora de turno, pero el radiólogo está en desacuerdo. ¿Qué pasará cuando despierte, si despierta?, le pregunté a mi mamá. ¿Quién la va a cuidar si su cerebro ya no funciona? No sé, dijo mi mamá. Pasaron dos semanas y recibí la noticia de que había comenzado a respirar por su cuenta. Poco a poco le fueron quitando las vendas, las tablillas de las fracturas, los alambres de los monitores de sus signos vitales, los sueros que la alimentaban. Lo increíble es que hace unos días despertó, alerta y curiosa como una niña. No tenía ni la más mínima noción de que el tiempo había pasado, de que esa plaga terrible de los días que se van la habían tenido en suspenso. La vida es muy frágil, llena de sorpresas inesperadas y trágicas, pero la muerte no es tan poderosa como algunos creen. ¿No es así, Alexandra?

viernes, marzo 09, 2007

Milagrosamente, Rufina Amaya

En la mayoría de artículos que se han escrito en los medios internacionales sobre Rufina Amaya, la sobreviviente y testigo de la masacre de El Mozote, El Salvador, en diciembre de 1981, ningún periodista duda en afirmar que ella escapó de la muerte "milagrosamente". Esto, obviamente, no es objetivo. ¿Cómo puede un periodista afirmar que ha sido un milagro lo que ha salvado a una persona de la muerte? La respuesta, supongo, es que los periodistas utilizamos esa palabra cuando hablamos en sentido figurado. Pero para quienes conocieron a Rufina personalmente, y comprendieron que ella vivió y sobrevivió una situación extrema, que está más allá de lo expresable, porque en verdad existe lo inexpresable, aludir a un milagro llega naturalmente. He aquí el último ejemplo. Hoy, viernes 9 de marzo, en The New York Times, apareció en la página de obituarios, normalmente reservarda para los fallecimientos de las grandes personalidades del mundo, un obituario sobre Rufina Amaya, la mujer más humilde que he conocido. Una mujer que venció con su palabra tantas mentiras y tanta inhumana brutalidad para recordarnos el poder de la memoria y de la verdad. También el periodista del Times recurre a la palabra "miraculously" para describir el escape de Rufina.

Obviamente, el artículo está en inglés. Lo transcribo:

Rufina Amaya, 64, Dies; Salvador Survivor

By Douglas Martin

Rufina Amaya, who in 1981 saw Salvadoran troops slaughter her family and many others in her village, then, as the only witness, dedicated her life to telling about it, died Tuesday in San Miguel, El Salvador. She was 64.

The cause was a stroke, said her daughter Marta.

Mrs. Amaya escaped government soldiers on the morning of Dec. 11, 1981, as they killed all the men, women and children in her village, El Mozote. There and in the surrounding area, the Catholic Office of Human Rights in El Salvador said, 809 victims have now been identified, many found in mass graves.

After Rufina Amaya returned to El Salvador from a Honduran refugee camp in 1990, moving to a nearby village, she worked as a lay pastor for the local Roman Catholic church and led what she called “reflection groups.” She received a ceaseless stream of visitors from around the world.

Again and again, she told of seeing her husband being beheaded and hearing her daughter’s mortal scream, after she miraculously found a hiding place.

“God saved me because he needed someone to tell the story of what happened,” she said in 1996 in an interview with The New York Times.

Her most significant influence came less than a month after the massacre. Both the Salvadoran and American governments were denying the atrocity, despite protests from church groups and others.

After The Times and The Washington Post reported the killings on Jan. 27, 1982, both extensively quoting Mrs. Amaya as well as citing their own observations of human remains, the debate grew sharper. The United States and Salvadoran governments insisted that any dead were probably armed rebels.

In 1992 the exhumation of bodies, first those of many children, began. The atrocity could no longer be denied.

From the late 1970s to the early 1990s, leftist rebels battled the American-supported Salvadoran government. The Atlacatl Battalion of the Salvadoran Army had been trained by United States military advisers and was fighting guerrillas in northeastern El Salvador.

Accounts vary on leftist activity in El Mozote, a village of 20 houses facing a square. Mrs. Amaya recalled that unarmed guerrillas in ragged civilian clothes had once tried to get townspeople to assemble in a church, but few went.

“I remember people saying: ‘Don’t get involved. Let’s just live and work and not get involved,’ ” she said in 1993 in an interview with The New Yorker.

But on Dec. 10, 1981, soldiers arrived in El Mozote, demanding that residents turn over their weapons. When they said they had none, the soldiers killed some people.

Mass murder began the next morning. People were pulled from their beds before sunrise and divided into three groups. Men were beheaded; some women were raped. The first child killed was tossed in the air and bayoneted.

Mrs. Amaya said at the time in an interview with The Times that she heard her son scream: “Mama, they’re killing me. They’ve killed my sister. They’re going to kill me.”

She escaped when she realized nobody was directly watching her. She quickly huddled among pine and crabapple trees behind her house.

Her husband, Domingo Claros, a 29-year-old woodcutter, was killed; so were her son Cristino, 9, and her daughters María Dolores, 5; María Lilian, 3, and María Isabel, 8 months.

In 1990, Pedro Chicas Romero of La Joya, a nearby hamlet, who had hidden in a cave as soldiers killed his relatives and neighbors, filed a criminal complaint against the Atlacatl Battalion, demanding that its members be punished. Mrs. Amaya was the first to testify.

In January 1992, a pact ending the 12-year civil war explicitly exempted the army from human rights prosecutions. Mrs. Amaya complained bitterly about this.

“They have never even come to ask our pardon,” she said in 1996 in an interview with The Times.

She married José Natividad in 1985 while living in a refugee camp in Honduras. They were divorced two years later.

Besides their daughter Marta, she is survived by another daughter, Fidelia Márquez, who was not in El Mozote at the time of the massacre, and by her adopted son, Walter Amaya.

Jorge Ávalos, a Salvadoran journalist, remembered visiting El Mozote with Mrs. Amaya in 1992. Amid the ruins and roaming deer, she indicated where bodies would be found.

“Here, next to this tree, the young girls were gathered,” she said.

She did not cry. She said she long ago had cried herself dry.


Fuente: The New York Times.

martes, marzo 06, 2007

Rufina Amaya

Rufina Amaya murió hoy, martes 6 de marzo de 2007 al mediodía, en un hospital de San Miguel, donde estaba internada debido a complicaciones cardíacas.

Rufina es la sobreviviente de la masacre realizada por fuerzas gubernamentales en El Mozote y en las áreas aledañas del norte de Morazán en diciembre de 1981. Su testimonio, tan detallado y exacto acerca de los hechos ocurridos, condujo a los investigadores a descubrir los sitios donde estaban la mayoría de las víctimas, principalmente mujeres, niños y ancianos.

Yo cubrí como periodista las excavaciones realizadas por los investigadores forenses entre noviembre de 1992 y marzo de 1993 para la Comisión de la Verdad.

Postdata

Marta, la hija de Rufina, me informó que el entierro de su mamá tendrá lugar el viernes 9 de marzo en El Mozote mismo, precisamente donde está el monumento en memoria a las víctimas de El Mozote. No sé la hora. Olvidé preguntar, y me da vergüenza llamarla una vez más.