sábado, agosto 23, 2008

El margen de error

La estadísticas electorales deberían ser utilizadas para saber qué piensa la gente, qué es lo que más les preocupa. Las estadísticas deberían ser un mensaje continuo y directo de lo que la población quiere y necesita y pide de los partidos políticos. En cambio, se han convertido en el registro de una carrera de caballos. El mejor ejemplo: el FMLN contra Arena en San Salvador, Violeta Menjívar contra Norman Quijano.

Según una encuesta de La Prensa Gráfica publicada hoy, 23 de agosto, la intención del voto por la alcaldía de San Salvador a favor del partido de izquierda FMLN es de 35 por ciento, mientras que la intención de votos a favor del derechista Arena es de 28.6 por ciento. Los titulares en los medios de comunicación que apoyan a la izquierda han saltado de alegría. Menjívar va ganando. Es obvio, esta encuesta muestra una diferencia porcentual entre el FMLN y Arena de 6.4 por ciento. ¿O no? No. Porque el equipo de opinión pública del matutino sólo entrevistó a 500 personas y su margen de error muestral es del 5 por ciento. En otras palabras, Quijano podría incluso superar a Menjívar, porque ese error porcentual no sólo se debe aplicar a los resultados generales sino a los resultados individuales simultáneamente.

Es decir, supongamos que el error porcentual beneficie completamente a Quijano y que sólo sea aplicable a la intención de votos entre el FMLN y Arena. En ese caso no sólo habría que sumarle 5 puntos porcentuales más a Quijano, también hay que restarle 5 puntos porcentuales a Menjívar, porque se supone que estamos trabajando dentro de un absoluto de 100 puntos porcentuales. Si se le suma puntos a uno para examinar las posiblidades del margen de error, también hay que restarle al otro. Entonces un resultado posible para San Salvador de acuerdo con la última encuesta de La Prensa Gráfica es este: FMLN: 30 por ciento; Arena: 33.6 por ciento.

Dado que en la encuesta anterior de La Prensa Gráfica, tomada en abril del presente año, el FMLN acaparaba el 32.4 por ciento de la intención de voto y Arena el 22.8 por ciento, la verdadera noticia de esta última encuesta es que Quijano ha logrado acortar el trecho con su contrincante considerablemente, desde una distancia de casi 10 puntos porcentuales a un margen insignificante.

El tema de fondo, por lo tanto, es, ¿por qué está sucediendo esto? ¿La publicidad? ¿Las propuestas de los candidatos? ¿La personalidad individual de cada uno? ¿El peso electoral de cada partido? Cuando se examinan los resultados de la encuesta en detalle uno se topa con la duda profunda de la ciudadanía, la cual es mucho más reveladora que las respuestas a la intención de voto, porque aquí sí está reflejada la opinión de los supuestos indecisos. Según La Prensa Gráfica: «Los ciudadanos de San Salvador, a pesar de que avalan el trabajo de Menjívar, no están muy seguros de que lo más conveniente sea que el FMLN siga al mando de la comuna. El 37.6% opina que lo mejor para la ciudad es que el gobierno local pase a manos nuevas, mientras que el 34.8% prefiere que siga en las mismas

Tenemos que dejar de ver las encuestas como una carrera de caballos. Lo importante no está allí. Aparentemente, la campaña de gestos simbólicos de Quijano (pintar un edificio del centro histórico, izar una bandera, cocinar paella para la gente, llevar a grupos a la playa en un "bus alegre"), ha tenido más impacto del que se podría haber esperado. El plan de Arena, por lo tanto, es muy claro: continuar con lo que está haciendo hasta superar estadísticamente al FMLN; una vez en esa cumbre, sólo tendrá que intensificar la campaña negativa contra Menjívar para ganar. Al contrario, si el FMLN no quiere perder su margen superior de intención de voto, va a tener que hacer algo, pronto, porque una vez lo pierda ya no lo va a poder recuperar.

Pero la cuestión más importante es esta: ¿Qué quieren, realmente, los ciudadanos de San Salvador para su ciudad? Y no hablo de candidatos.

Fuente: Alcaldesa adelante, cifra de Quijano sube, 23 de agosto de 2008, La Prensa Gráfica.

viernes, agosto 22, 2008

Ladrón que roba a ladrón

Vota por Ávila, vota por Shafick

El domingo 17 de agosto, durante su Convención Nacional, el FMLN presentó el Programa de Gobierno formulado para las elecciones de 2009. El candidato a la presidencia por ese partido, Mauricio Funes, explicó un día después de que hay un gran trecho entre un Programa y un Plan de Gobierno. El último debe concretar, de forma pragmática, realista, los deseos expresados en el primero. No todos esos deseos se podrían cumplir, aparentemente; y el Plan de Gobierno de Funes podría diferir del Programa de Gobierno del FMLN. Aún así, el Programa fue atacado desde todos los ángulos posibles como una copia del Programa de Gobierno que presentó Shafick Handal en el 2004.

Los días domingo 17, lunes 18 y martes 19 de agosto, analistas políticos, desde casi todos los medios de comunicación desmenuzaron el nuevo Programa de Gobierno del FMLN para atacar a Funes. Si este Programa de Gobierno no era diferente al de Handal, entonces un gobierno de Funes, se presume, sería dominado por la visión ortodoxa del partido. Esta no era sólo una opinión, era un veredicto.

Pero el miércoles 20 de agosto, el candidato a la presidencia por Arena, Rodrigo Ávila dijo algo increíble en la entrevista Frente a Frente de TCS: Funes le Robó su plan de Gobierno. Ávila asegura que Funes le ha plagiado sus mejores ideas. Y esto lo dijo como si nunca hubiese oído de las críticas contra el Programa del FMLN, y como si no comprendiera que las críticas que antes se le hicieron a ese programa ahora se le pueden aplicar a sus propuestas.

Al final de cuentas, esto no es tan extraño. Ávila parece creer que sólo ganará la presidencia si se distancia del Gobierno en turno y se acerca a los votantes potenciales del FMLN. Los últimos anuncios de televisión de Ávila ya no hablan de Arena, no contienen los símbolos del partido y su lema es: un gobierno de cambio (el lema del FMLN). Por primera vez, asegura, habrá un gobierno ciudadano, no de partido. Un gobierno con un enfoque social, sobre todo porque la principal preocupación del votante es la crisis económica.

Buen trabajo tío Shafick.

Fuente: Ávila acusa a Funes de copiar su programa, jueves 22 de agosto, 2008, El Mundo.

jueves, agosto 21, 2008

“Amigos compañeros militares”

La frase es de Mauricio Funes, candidato a la presidencia por el FMLN.

Siempre me parece fascinante cómo una institución o un sector o un grupo social hasta entonces estigmatizado por una corriente política es súbitamente reinvindicado por una frase durante una campaña.

Según una nota de publicada el martes, 19 de agosto, en Diario Co Latino, Funes se compromete a fortalecer rol constitucional de F.A.: «Una de las prioridades del gobierno del FMLN, aseguró Funes, será “el promover y fortalecer el rol constitucional de la Fuerza Armada en función de la consolidación de la gobernabilidad democrática”». Así mismo, «es necesario trabajar por garantizar una mejor condición de vida para el personal de tropa y oficiales de cuarteles, “fortalecer el sistema previsional, así como mejorar el funcionamiento del Hospital Militar y la pensión a los lisiados de guerra, nada de eso ha hecho este gobierno, amigos compañeros militares”, agregó el candidato presidencial del partido de izquierda.»

Así que después de un odio histórico por parte del FMLN contra la Fuerza Armada, bastante razonable en mi opinión, Funes ahora promete fortalecer a la institución militar.

A pesar de esta declaración tan contundente del nuevo líder del partido de oposición, Rodrigo Ávila, en un campo pagado públicado este día en El Diario de Hoy, afirma su «compromiso y total apoyo a la gloriosa Fuerza Armada, cuyos héroes conforman la reserva estratégica y moral de la sociedad salvadoreña.» Ávila escribe esto no en reacción a las declaraciones de Funes sino para contradecir el objetivo No. 2 de los Estatutos del FMLN, el cual indica que la sociedad civil se fortalecerá con «el desmontaje del militarismo en el país», lo cual contribuiría a «despejar el camino de la democracia y modernizar a la sociedad salvadoreña».

Bueno, aquí Ávila se equivoca. Porque fortalecer la institucionalidad de la Fuerza Armada y desmontar el militarismo no son acciones que se excluyen mutuamente, no hay contradicción si se hacen ambas cosas simultáneamente. El militarismo es una aberración histórica: permitir que un ejército y una mentalidad guerrerista impere sobre la sociedad, y aún peor, que sus estructuras de poder se impongan sobre la vida civil. Nuestra constitución actual coloca a la Fuerza Armada al servicio de la sociedad y no al revés, y pone a un civil (el presidente de la República) el mando de la institución castrense. La sociedad salvadoreña ha sido desmilitarizada, estructuralmente. Pero entonces, ¿por qué aún gastamos 115 millones de dólares al año en el ejército? ¿Quiénes son nuestros enemigos que nos hace mantener ese grado de defensa nacional?

Desde la firma del Acuerdo de Paz de 1992, El Salvador ha necesitado de las Fuerzas Armadas por tres razones, principalmente: 1) Para responder a emergencias ocasionadas por desastres naturales y, por ende, para proteger al territorio nacional de un flanco temporal de vulnerabilidad; 2) Para acompañar a los Estados Unidos en el establecimiento de la paz en Irak, y, por ende, para consolidar la posición nacional como amigo estratégico de la nación más poderosa de Occidente (hay beneficios evidentes en canjes políticos: el TPS, ayuda económica y técnica a programas de seguridad, etc.); y 3) Para proteger las fronteras de mar y aire de las incursiones piratas y de tráfico de narcóticos, para lo cual el papel de la Fuerza Armada sí es crucial a mi manera de ver, sobre todo en vista del desarrollo del Puerto La Unión. Pero nada de esto apunta a que necesitamos una Fuerza Armada más grande, sólo una más eficaz y más actualizada tecnológicamente.

Sin embargo, los compromisos de apoyo a la Fuerza Armada por parte de los candidatos de Arena y del FMLN nos dicen que ambos —y uno de los dos ganará la presidencia— prometen invertir aún más en la defensa nacional. ¿Por qué? Ninguno de los dos nos lo ha explicado. Hay que preguntar. Por ejemplo, ¿por qué necesitamos invertir más de lo que se invierte actualmente en el sistema de salud militar? ¿Acaso esperamos nuevos lisiados de guerra?

domingo, agosto 17, 2008

Cuando rechinan los engranajes de la democracia

«Los trabajadores de los medios de comunicación son empleados especiales en la medida en que ayudan a lubricar los engranajes de la democracia».
Comunicado de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) ante el despido de 170 empleados de La Prensa Gráfica los días 13 y 14 de agosto.

Como periodista, nunca me he sentido especial, a pesar de lo que diga APES con esa lamentable metáfora. Hay personas en los periódicos que lubrican los engranajes de las prensas, literalmente. Si esas extraordinarias rotativas se arruinan, el periódico no saldría publicado, no importa cuánto haya trabajado un periodista. En otras palabras, el periodismo no existe solamente en ese universo de conceptos nobles: la democracia, la libre expresión, la libertad de prensa. El periodismo encuentra su verdadera razón de ser en el mundo real, el mundo en el que trabajamos y vivimos, en el que tenemos hambre y nos saciamos, en el que establecemos amistades y creamos familias y en el que, tarde o temprano, afrontamos la enfermedad y la muerte. En ese mundo, menos especial pero más concreto, un trabajador es sólo un trabajador y por ello, sujeto a las estructuras e intereses económicos que defienden y protegen las empresas.

En una ocasión traté de explicarle esto a estudiantes de la UCA, y creo que no me comprendieron. «Las estructuras económicas de los medios de comunicación influyen sobre sus contenidos, siempre, bajo cualquier circunstancia, y en los límites que derivan de esa realidad están los límites de la libertad de prensa», dije en esa ocasión. «¿Alguien ha notado que el Diario Co Latino nunca ha investigado o criticado una empresa cooperativa, sobre todo si es de izquierda, como sucedió con Just Garments, a la que defendió a pesar de la evidente condición de explotación en que ésta mantenía a sus trabajadoras? El Diario de Hoy es una empresa privada, familiar, tradicional, ¿realmente creen que debería darle voz a los que atacan el tipo de sistema económico y político en el que mejor se desenvuelve? Y La Prensa Gráfica, una empresa pública, dirigida por un grupo de accionistas, ¿realmente creen que van a valorar más el desarrollo de su recurso humano sobre su margen de ganancia anual?». Esto lo dije hace dos años y sólo como un simple señalamiento, no como una toma de posición. Mi posición ante esta realidad es la siguiente: es responsabilidad de los lectores ser más críticos; es su responsabilidad saber cuáles son sus propios intereses ante los límites de la libertad de prensa, los cuáles siempres existen, aún en los sistemas políticos más libres.

La consecuencia de valorar a los periodistas como «empleados especiales» genera una postura como la de APES ante el despido de los empleados, que al final de cuentas se resume en este irrisorio lamento: «A los medios de comunicación que operan en El Salvador (les hacemos un llamado) a valorar como personas dignas de todo respeto a sus empleados y a procurar consideración cuando es ineludible hacer recortes de personal. Esto supone que se les notifique con suficiente anticipación la intención de despedirlos, para que puedan procurarse un nuevo empleo.»

En un mercado laboral tan limitado para los periodistas, muy poca diferencia hace una o dos semanas de anticipación. Además, el propósito de una indemnización es crear un sustento temporal entre trabajos. Si El Salvador va a afrontar cada vez más y más despidos masivos, tal vez sea hora de hablar de un seguro de desempleo, como se tiene en otros países. Pero lo que me preocupa actualmente ante los despidos de La Prensa Gráfica es esto: la incapacidad de las empresas para valorar su capital humano, para considerar la experiencia y el talento como un capital real.

Aparentemente los editores de La Prensa Gráfica no supieron con suficiente anticipación de que ese despido estaba por ocurrir. Se trató de una decisión eminentemente económica.

Es insensato creer que una empresa cuyas finanzas entran en rojo puede mantener contratado a su personal artificialmente, como algunos sugieren. Sin embargo, cuando se anticipa una crisis se puede trabajar a partir de la realidad financiera para proponer estrategias de venta, de desarrollo, de cambio. Pero hacer eso es admitir que son los ejecutivos y editores los que se han equivocado. La alternativa, por lo tanto, es cortar donde es más fácil cortar. Y en El Salvador y en los medios de comunicación principalmente, el periodista, el capital humano, es visto como la grasa que se puede cortar.

En realidad, en el mundo del periodismo, la inversión colectiva más cara es la que se hace en capital humano, que requiere de uno a dos años para consolidar los hábitos y la iniciativa necesaria para buscar y atrapar la noticia, y al menos cinco años para adquirir una experiencia fundamentada y el respeto mínimo en el medio para manejar con solvencia una carpeta de "fuentes" (informantes o fuentes de información). Los mejores periodistas suelen tener un mínimo de diez años de experiencia.

Cuesta mucho convertirse en un periodista con experiencia, porque esa experiencia es más que una acumulación de conocimientos. Un buen periodista se distingue por su agudeza intelectual: por su intuición y su criterio, por su audacia y su sentido de oportunidad. Yo no conozco a fondo lo que ocurrió en este caso pero, en apariencia, los ejecutivos de La Prensa Gráfica vieron una disminución en su margen de ganancias y dictaminaron que para elevarse tenían que eliminar el lastre, así que los administradores decidieron echar por la borda lo que parecía pesar más: los lingotes de oro.

En los Estados Unidos cuando una empresa de medios de comunicación empieza a perder terreno en el mercado, lo que se elimina y cambia es al equipo de ejecutivos, y al equipo editor si también hay una crisis de creatividad, no a la fuerza laboral. Los cortes en la fuerza laboral se dan cuando es el mercado particular el que se viene abajo. Y en este caso no es el mercado informativo lo que está en crisis; al menos, todavía no.