Cada año leo con rencor testimonios falsos sobre lo que ocurrió el 30 de julio de 1975 en San Salvador: una masacre de estudiantes universitarios llevada a cabo por militares, incluso con el uso de tanquetas. Sucede que yo estuve allí ese día. Yo era un niño entonces y cuando se dio la marcha de los estudiantes estaba, algo muy usual, en la clínica de mi papá, ubicada sobre la 25 Avenida Norte, a dos cuadras de la Policlínia (ahora Hospital Profamilia). Mi papá, miembro de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador y director del Hospital Bloom, estaba fuera del país pero yo acabé en el área y en su clínica privada por un error estúpido debido a mi legendaria distracción en el colegio Externado de San José: la clases habían sido suspendidas y yo no me dí cuenta. Esto es algo que la gente tampoco quiere recordar: se esperaba violencia ese día, debido a que la marcha era una respuesta a la violencia con que fue recibida una protesta de estudiantes en Santa Ana. Los universitarios esperaban una fuerte reacción gubernamental; lo que no podían haber predecido era qué tan lejos llegaría esa respuesta. Por curiosidad salí a ver la marcha y de pronto me vi envuelto en una extraña ola de movimientos. Alguien, un desconocido, me abrazó y me llevó a través de una masa de gente desbocada. Acabé en un centro clínico enfrente a la Policlínica, pero después de ver los primeros tiroteos y el retroceso en masa de los estudiantes. Y una de mis memorias indelebles de ese suceso fue lo que ocurrió al final: cuando llegaron los bomberos a lavar la sangre de las calles. Este detalle, que muy pocas personas saben porque el área quedó desierta después de los tiroteos, es lo que me suele llenar de ira cuando escucho falsos testimonios. En una ocasión un escritor me contó como su padre lo llevó, al final del día, a ver "los charcos de sangre" que habían quedado en las calles. Las calles no quedaron cubiertas de sangre porque la sangre fue lavada casi de inmediato. Eso es lo que, a mi manera de ver, hace tan indignante y tan vicioso y cruel lo que ocurrió: lavar la sangre e intentar borrar la huella de lo que sucedió confirma que se trató de un acto premeditado y planificado hasta en sus últimos detalles. Fue un brutal acto de terrorismo de Estado que se pretendió borrar de las páginas de la historia. Ese detalle, hasta donde sé, no fue mencionado en los periódicos, por eso es que los mitómanos siempre caen en la falacia de describir "los charcos de sangre" que quedaron en las calles. Por cierto, los periódicos sí cubrieron el suceso. Hace poco descubrí que al día siguiente El Diario de Hoy publicó fotografías de las tanquetas en el cruce del puente y testimonios de estudiantes que fueron atacados. En los siguientes días escuché a muchos doctores, familiares y amigos de mi papá, contar lo que había ocurrido cuando los valientes médicos y enfermeras del Instituto del Seguro Social trataron de ayudar a los heridos. Por eso cuento esto ahora, porque acabo de leer, por primera vez, un testimonio de lo que ocurrió ese día que coincide exactamente con lo que yo mismo presencié, incluyendo ese siniestro detalle que muy poca gente sabe: "Después de la matanza vino el cuerpo de bomberos a lavar la sangre de las calles para borrar las huellas de la masacre".
El artículo al que me refiero puede encontrarse aquí: Testimonio del 30 de Julio… unas horas en el hospital, por el doctor José Joaquín Morales Chávez, Diario Co Latino, 30 de julio de 2008.
En el blog de Nora Méndez, Crónicas de Guerra, aparece un testimonio desde la perspectiva de una estudiante, la ahora magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Mirna Perla.
jueves, julio 31, 2008
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4 comentarios:
Felicitaciones en el dia del periodista.
me uno a Ssalvadoreño..
Protestas estudiantiles que fueron acompañadas por represión del estado en diferentes escalas.
- París, mayo de 1968.
- San Salvador, julio de 1975.
- Pekín, junio de 1989.
Son algunas de las que puedo mencionar.
Es triste comprender que nuestra humanidad sigue estando por los suelos en cuanto a moralidad y ética; es triste darse cuenta que estos episodios de represión por parte de los status quos se seguirán repitiendo para aunar a la deshonra de nuestra raza.
Feliz día del periodista.
México, Tletelolco, 1968.
Estados Unidos, Ohio, Kent State University, 1970.
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