«Luego de la tragedia que dejó la muerte de 32 personas fallecidas de la Iglesia Evangélica Elim...».
Beatriz Castillo, Daniel Trujillo, Marielos Márquez, Gloria Silvia Orellana
Redacción Diario Co Latino
Lunes, 7 de julio de 2008.
Quería dejar consignado este error de redacción que Ixquic citó en su blog, en el que un artículo inicia hablando de “la muerte de 32 personas fallecidas”, cuando noté otra cosa: el oportunismo de los comentadores políticos. El 3 de julio pasado, un autobús que venía de la Iglesia evangélica Elim cayó al río Acelhuate y fue rápidamente arrastrado por la correntada. Sólo uno de los 33 pasajeros sobrevivió.
En el artículo del Diario Co Latino, Iglesia Elim llama a reducir vulnerabilidad del país, se recogen las opiniones de Ricardo Navarro, presidente del CESTA, quien afirmó que “el agua que bajó en esa cantidad al Arenal de Monserrat y se llevó 32 vidas, se debe a la deforestación de El Espino, que no quepa duda”. En realidad, no es la deforestación en sí sino la impermeabilidad creada por las construcciones y las áreas cubiertas con concreto lo que impide la filtración del agua en la zona de El Espino, y que sí fomenta inundaciones en San Salvador. Pero lo que ocurrió en este caso no tenía nada que ver con una inundación sino con un autobús manejado de forma irresponsable que cayó a un río cuya corriente había crecido por las abundantes lluvias de esa semana. Esto ya se sabía, pero para Navarro la oportunidad de traer a colación el tema de El Espino parecía más importante que comprender qué es lo que había ocurrido realmente para señalar las causas probables, las de verdad, las fallas instiucionales que realmente necesitan ser corregidas para evitar otra tragedia como esta.
El artículo también menciona una crítica que los representantes de la iglesia hacen a La Prensa Gráfica, por un artículo de opinión en el que se dice que la víctimas de esa tragedia fueron responsables de su propia muerte. No creo que la intención de José Luis Sanz sea posar como un cínico ante una tragedia, pero esa es la implicación de la entrada de su artículo publicado el 6 julio, La corriente:
“Treinta y dos personas murieron ahogadas el jueves en la noche, mientras rezaban, a bordo de un bus que el río quiso para él. Pudieron haberse salvado. Al menos eso asegura el único sobreviviente a aquel ataúd amarillo de metal con un irresponsable al volante y cargado con decenas de almas abandonadas a Dios. No quisieron salir de la cabina mientras la altura del agua aún lo permitía. Rezaron. Solo rezaron. Talvez fue el miedo. Talvez la alienación de creer que el mundo de los hombres es más de Dios que de los hombres, como si la acción de Dios y la obra de los hombres fueran dos cosas totalmente distintas.”
No hay ninguna persona de fe que aceptaría la premisa de este racionamiento: que las acciones de Dios y las obras de los hombres son la misma cosa. De hecho, ese argumento es aún más inaceptable si se es ateo, porque las acciones de la naturaleza y de las personas son dos cosas totalmente distintas. Pero apenas dos días después del suceso, Sanz redactó esta opinión cuyo propósito no es reflexionar sobre la tragedia sino sobre la inacción política y sobre la apatía ciudadana, y sobre su difícil posición como periodista entre esos extremos. Esto es lo que perturba acerca de esta nota editorial: su egocentrismo, situar al periodista como el tenaz héroe de la razón entre los extremos de religiosos alienados y políticos que no tienen el poder de efectuar cambios. Pero esto también es, como él mismo parece reconocerlo, el frívolo drama entre el optimismo y el pesimismo o, como bien lo dice el cliché: Cuando vemos el vaso, ¿lo vemos “medio vacío” o “medio lleno”?
Sanz podría estar en desacuerdo con la decisión que tomaron las personas que murieron en ese trágico incidente, pero es insensible suponer que por ello son responsables de su propia muerte. La caída del autobus al río tomó unos cuantos segundos. La posibilidad de salvarse huyendo por las ventanas en medio de una fuerte corriente de agua habrá sido muy remota para la mayoría de los pasajeros, si son ciertos los detalles que se conocen de cómo ocurrió la tragedia. El caudal del río había crecido y se movía con tanta rapidez que sólo un día después se comenzaron a descubrir cuerpos en el lago Suchitlán. El techo del autobus fue arrancado por el choque como una tapa de simple hojalata. ¿Qué sabemos? Tal vez en ese largo minuto de angustia, sentirse como hermanos y rezar fue una decisión tan buena como cualquiera. O quizás, incluso, la mejor. ¿Cuántos podemos conservar la serenidad ante una crisis?
Una persona que está obligada a la serenidad ante las crisis es el periodista. Poco importa si es optimista o pesimista. El papel de un periodista es informar y hacerlo como se debe: “El vaso contiene el 50% del agua que podría contener”. Si ese vaso está medio vacío o medio lleno es una opinión que le corresponde a los lectores.
domingo, julio 20, 2008
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6 comentarios:
«En realidad, no es la deforestación en sí sino la impermeabilidad creada por las construcciones y las áreas cubiertas con concreto lo que impide la filtración del agua en la zona de El Espino, y que sí fomenta inundaciones en San Salvador.»
Ya.
Porque antes que hubiese construcciones en El Espino, nunca el Acelhuate excedió sus riberas.
Umjúm.
Si revisás la historia de San Salvador, el Acelhuate ha causado inundaciones periódicamente desde el s. XVI.
También leí el artículo de Sanz. ¿Habrá algún día tenido la oportunidad de atravesar un pequeño río con tan sólo medio metro de profundidad? Pues yo sí, y debo decir que el poder del agua fluyendo me abruma. Si una pequeña corriente puede tumbarte, ni qué decir de una correntada originada por una lluvia intensa.
Nada tuvo que ver el fanatismo religioso con la muerte de esa gente. No todas las personas dentro del autobús tendrían la agilidad de los dos jóvenes que se subieron al techo, había señoras y niños. Yo me incluyo como alguien que habría tenido problemas en salir por una ventana, habría dudado también ya que el techo estaría resbaloso y el bus se movía por la fuerza del agua.
El conductor, ¿el responsable? No creo, para mí el único responsable ha sido el estado, no por permitir la urbanización (que es necesaria), sino por no crear las obras de mitigación suficientes y no equipar adecuadamente a las instituciones de socorro a su cargo. Y no me trago la excusa de “no hay dinero”, bastaría con que las calles aledañas a ríos propensos a desbordarse fueran cerradas temporalmente mientras pasa una tormenta.
Visitador, la impermeabilidad sí causa problemas de inundaciones, pero no en el Acelhuate. El caudal de ese río adquiere una gran fuerza desde el norte de San Salvador, en el área de Guazapa, donde se vuelve peligrosísimo. Esto no tiene nada que ver con las inundaciones localizadas en la ciudad, que podrían haberse evitado con una mejor planificación urbana. Pero esta es la confusión que introduce Navarro, que quiere hacer creer que la correntada del río había sido causada por la deforestación en El Espino.
Me gusta la manera en como abordas el tema. No me han gustado algunas criticas a Sanz por ese articulo que escribio, pero habia algo en el escrito que no dejaba de gustarme. Creo que lo has delineado bien, cuales son los puntos donde se excedio.
Saludos.
Si entiendo bien tu posición es que el editorial de José Luis Sanz sobre la tragedia es insensible porque lo usa sólo para hablar de su propia situación personal como periodista. Pero podría haber algo de verdad en lo que dice Sanz. En este enlace hay una opinión interesante que acusa a la Iglesia Elim y que apoya la opinión de que la gente tuvo tiempo para salir. Así explica cómo ocurrió la cosa: "Para comenzar, el (pastor general) Vega asegura que la corriente arrastró el autobús aun funcionando y que el agua subió en cosa de segundos; pero el relato de Fabricio (el sobreviviente) cuenta que el motor se ahogó con el primer golpe del agua, el conductor puso el freno de mano y pasaron 5 minutos antes de que el agua colmara el vehículo y que su amigo Melvin salio y entró 3 veces antes por las ventanas en ese lapso. De hecho, si el agua hubiese subido tan rápido los ocupantes no habrían podido llamar a sus familiares y Melvin y Fabricio no habrían podido salir para tratar de hacer algo."
Sí me parece muy insensible comparar un dilema personal con una tragedia que llevó a la muerte a 32 personas y que afectó la vida de cientos de familiares y miles en su comunidad religiosa. Simplemente no hay comparación. No sé que habrá pasado allí en el bus. No sé si se puede saber. De cualquier manera es una tragedia, y bajo ninguna circunstancia culparía yo a las víctimas.
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