lunes, junio 25, 2007

Murió poeta salvadoreña Liliam Jiménez

El domingo 24 de junio en horas de la tarde murió en Playa del Carmen, Quintana Roo, a la edad de 84 años, la poeta salvadoreña Liliam Jiménez.

Exiliada en México desde la década de 1960, Jiménez fue conocida por una inquebrantable afiliación al socialismo, cuyos ideales expresó en su obra poética, testimonial y periodística.

Jiménez nació en Santa Ana, El Salvador, el 13 de diciembre de 1922. Entre 1945 y 1954 vivió en Guatemala, donde estudió Filosofía y Letras en la Universidad San Carlos y se unió al conocido grupo literario Saker-Ti. En ese período contrajo matrimonio con Raúl Leiva.

Cuando el presidente Jacobo Arbenz fue derrocado en el golpe de estado del 27 de junio de 1954, Jiménez y su esposo Leiva se vieron forzados a refugiarse en la embajada de Ecuador en Guatemala, donde vivieron varios meses antes de recibir un salvoconducto que los llevó al exilio en México. Esos sucesos la motivaron a publicar su primer libro un año después: Tu nombre, Guatemala. A partir de entonces escribió una poesía de marcado carácter testimonial pero, al mismo tiempo, caracterizada por una emotividad y una perspectiva de claro corte feminista que muestra la influencia de otras poetas centroamericanas: la costarricense Eunice Odio y la hondureña Clementina Suárez.

Radicada en México publícó en 1959 su segundo libro de poesía Sinfonía Popular. Este fue seguido en 1968 por El corazón del sueño, y en 1980 por Insomnio en la cárcel y otros poemas, su mejor libro. Canta corazón y canta, dedicado a El Salvador, apareció en 1983, también en México. En 1993 apareció su libro de testimonio Guatemala, rosa herida. Su última colección fue publicada en 1997 en San Salvador: Hoy el alma soporta hablar de los fantasmas. Ese mismo año, en México, la editorial Praxis publicó, bajo el título La palabra y la vida, su poesía completa. En el 2002 la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador publicó Canta corazón y canta, una antología de su poesía realizada por Tirso Canales.

De entre los familiares que le sobreviven, es conocido en El Salvador su hijo Raúl Leiva, quien es responsable de la Unidad de Medio Ambiente de la Alcaldía de Soyapango.

Dos textos de Liliam Jiménez

Canto a mi propia muerte (poema)

Mi exilio (prosa)

Esta nota puede ser reproducida total o parcialmente. Si se publica en Internet por favor citar la fuente: Hora Cero [http://solava.blogspot.com/].

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios en gloria la tenga. Eso sí: ¡qué malos versos escribía la señora! ¿No te da algo de vergüenza publicar esas "cosas"?
Sí querías a la señora qué bien pero de eso a alabar sus "versos"... Digo, en general te he visto mejores gustos, por eso me permito el comentario, aunque también de vez en cuando...

Jorge Ávalos dijo...

La noticia de la muerte de una persona, y de lo que su obra podría significar en el más amplio contexto de la literatura nacional, no tiene nada que ver con gustos. Tampoco con cuestiones personales.

Los dos textos que se pueden encontrar siguiendo los enlaces al final de la nota son muy efectivos, a mi manera de ver. Pero tienen una importancia agregada porque jugaron un papel hasta entonces inédito en la historia literaria salvadoreña.

Ningún escritor se libra de escribir malos textos, aquí o allá, consciente o inconscientemente. La obra de Liliam Jiménez demuestra que algunos logros que se agencian ciertos grupos literarios de la década de 1960 y 70 ya habían sido alcanzados antes, y por una mujer.

¿Escribió Liliam Jiménez versos deplorables? Sin lugar a dudas. El primer libro que leí de ella fue el último que escribió, y tuve que abandonar su lectura. Pero hay dos cosas que hay que tomar en consideración cuando se habla de crítica: ni la historiografía ni la filología se ocupan de la calidad literaria; y la semiología argumenta que tampoco la crítica literaria se debería ocupar ni de la calidad ni de la interpretación de los textos. Si esto no fuera así, Rafael Lara Martínez ya habría agotado, hace mucho, sus objetos de estudio.

Hasta la década de 1950 ninguna mujer en El Salvador, de hecho, en toda Centroamérica, había escrito poesía erótica a partir de su sexualidad hasta que Clementina Suárez y Liliam Jiménez lo hicieron. Esto es un hecho.

Y, contrario a lo que podría sugerir el poema que elegí comentar, la poesía política de Liliam Jiménez, como la de Pedro Geoffroy Rivas, tiende a agrupar imágenes surreales, que anticipan lo que eventualmente hicieron Roque Dalton y los miembros de lo que se ha dado en llamar la "generación comprometida". Esto también es un hecho.

La crítica no es una cuestión de gustos. No son los gustos lo que me mueve a mí a escribir sobre la obra de un artista. Para superar la impertinencia de mis gustos o de los ajenos, yo prefiero no elegir textos. Dejo, en cambio, que los textos me elijan a mí. Se imponen en mi memoria y me llaman. Y esto me ha funcionado muy bien porque, después de todo, el comentario más común que recibo en las cartas que recibo es sobre mi "buen gusto".

Desde que lo leí por primera vez, no olvidé el poema "Canto a mi propia muerte" de Liliam Jiménez. La idea de una mujer confinada en una cárcel, describiendo su propio funeral para superar su propio temor a la muerte es, por sí mismo, un acto poético que merece ser recordado. Y esto no lo hizo Claudia Lars ni Hugo Lindo; lo hizo Liliam Jiménez. Y cuando Roque Dalton se aproximó a hacer algo parecido en su libro "Taberna y otros lugares", pues... Liliam Jiménez ya lo había hecho veinte años antes. Y eso es una belleza. Es la belleza de la realidad histórica imponiéndose sobre los prejuicios y sobre la estrecha perspectiva de los que quisieran decidir, contra todo sentido de razón, quiénes son los genios y quiénes deberían ser marginados de la literatura nacional.

Anónimo dijo...

Se le siente saña al primer comentario, es como si quisiera atacarlo a usted hablando mal de "la señora" como le dice tan despectivamente, que bajeza moral la del señor que lo escribió.

De verdad lo felicito por su sensibilidad porque en este pais hay muchos machistas que no quieren ni saber de las contribuciones de las mujeres, que como usted bien dice a veces se adelantaron a los hombres. Liliam Jiménez es un ejemplo de una mujer digna que a pesar de la pobreza y el exilio expresó el sentir de las mujeres. Gracias.

Anónimo dijo...

Ya. Bueno, gracias por tu respuesta aunque esté to en total desacuerdo pero qué le vamos a hacer, la doña me parece más mala que Liobomir Levchev.
Y en lo que respecta al doctor Lara Martinez, a él creo que se le acabó el sobre qué escribir desde sus primeros "ensayos", trabajos de primer ciclo de universidad me parece, que nos vendió como ensayos. Pero bueno, así va el mundo "académico". Así que el problema, según yo, no es mucho cuestión de gustos, de estética, semántica, filología etc., cuanto de becas universitarias o de otro tipo.
Y de nuevo gracias por recibir mis impertinecias.

Jorge Ávalos dijo...

Liobomir Levchev, que sí es un poeta famoso de Bulgaria y uno de los viejitos más adorables que he conocido, sí es un poeta muy, pero muy malo. Lo cual viene a demostrar porqué la crítica académica siempre debe ser vista con sospecha. Yo también estudié en universidades y participé en los primeros años en las conferencias académicas y, de hecho, compartí casa en Nueva York con "críticas culturales" (semiotitians and new historicists) muy conocidas e importantes, que almorzaban el lenguaje técnico de la deconstrucción y la semiología como si fuera una jerga cotidiana. También gané las becas más importantes disponibles a investigadores. Uno come con eso pero no te hace mejor ni más importante ni más inteligente y hay un momento en el que es mejor abandonarlo todo y volver a cero. Y ese grado cero, no es el de "la escritura" de Barthes, sino el grado cero de la lectura. Escritores, lectores y críticos deben apartarse de los estratos históricos y sociales externos a las obras, y a las cuales tratan de ajustar al artista. En cambio, la crítica debe buscar esas dimensiones en la obra misma, porque ahí se encuentra, ente las palabras, nítida como una veta de oro, la historia y la época social que la produjo. Pero sobre todo se halla siempre el hallazgo poético, el cual es intemporal.

Por otro lado, creo que los comentarios deberían sumar y no restar. No me importa en lo absoluto cuando la gente me ataca, me deleita si tienen razón y me divierte si no. Pero no me gusta que pretendan defenderme cuando el único motivo parece ser provocar peleas.

Anónimo dijo...

No, no pretendía defenderte, sólo dar mi comentario con una cierta irritación, que no "saña". Por otra parte no tenía ni la menor idea de tu trayectoria (pero veo que nos has dejado oficio sin probar). Si te leo es porque muchas veces encuentro puntos de vista que me interesan, es todo. Y a veces, como en este post o aquel sobre Cabrera Infante, me dan ganas de responderte. ¿Para eso abres un espacio público, no? Tú tienes un todo para escribir, yo el mío para responder. Además tienes el privilegio de no publicar mi comentario si te parece muy sangrón o desagradable, etc, etc.
Eso queda a tu buena voluntad. Nada grave, vamos, son sólo "palabras, palabras, palabras", como decía aquel.
Y bueno, sin atreverte tú a dar tus opiniones en público no estaríamos aquí, de rémoras, los comentadores.
Y... Blagodarya!, como dicen en la tierra de Levchev.

Jorge Ávalos dijo...

Al hablar sobre el tono de los comentarios me refería al de ¿la señora?, que me defiende por "mi sensibilidad".