El 11 de septiembre de 2001, un ataque terrorista al Pentágono, en Washington, y al World Trade Center, en Nueva York, provocó la muerte de miles de personas y propició un cambió dramático en la dinámica política del mundo desde el fin de la Guerra Fría. La actual ocupación de Irak por tropas estadounidenses y los sentimientos anti-inmigrantes en ese país tienen su raíz en los sucesos de ese día. Por eso es que siempre me pareció admirable el texto que transcribo a continuación. En un momento en que la gente expresaba su horror, su miedo o un patriotismo chauvinista, un crítico de cine, Roger Ebert, propuso la idea de un monumento para que la nación sanara sus heridas y se reconciliara con el mundo, y por ende, con la historia. Su propuesta no era nada más que un gesto, por supuesto, porque los Estados Unidos ocupa un papel militarmente dominante en el mundo y el balance entre la guerra y la paz está entre sus manos. Y sin embargo aquí está la idea, simple y pura, de un homenaje silencioso a la víctimas, pero que una nación tan orgullosa no pudo aceptar:
Si ha de crearse un memorial, que este no sea de acero y piedra. No agiten una bandera sobre él, porque no es la posesión de una nación sino un dolor compartido con el mundo.
Que sea un campo verde, con árboles y flores. Que haya veredas que fluyan entre la sombra. Que haya banquetas donde los viejos puedan gozar del sol en el verano, y una laguna donde los niños puedan patinar sobre el hielo en el invierno.
Bajo este campo reposarán, sepultados para siempre, algunas de las víctimas del 11 de septiembre. No es el lugar donde pensaron finalizar sus vidas. Como los marinos del acorazado Arizona, yacen donde cayeron.
Que este campo se extienda de un borde de la destrucción a otro. Que este campo abierto entre las torres marque el vacío en nuestros corazones. Pero no hagan de él un sitio triste. No le den un nombre. Que las personas lo vean sólo como un campo verde. Cada cosa viviente plantada allí mostrará su fe en el futuro.
Dejen que estudiantes se apoderen de un rincón del campo y lo siembren con un grano. Quizás maíz, nuestro grano indígena. Que su cosecha sea compartida en todo el mundo, con amigos y enemigos, porque esa es la enseñanza de nuestras religiones, y debemos demostrar que las practicamos. Que esta cosecha demuestre que la vida predomina sobre la muerte, y permitan que al obsequiarla demostremos que amamos a nuestro prójimo.
Que no se construya más en este sitio. Ningún edificio puede elevarse allí. Ni edificio, ni estatua, ni columna, ni arco, ni símbolo, ni nombre, ni fecha, ni discurso. Sólo la bondad de la tierra que compartimos, para recordarnos que la compartimos.
martes, septiembre 11, 2007
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3 comentarios:
Desde que los holandeses compraron Manhattan a los indios, Nueva York es la ciudad sagrada del comercio. Existe por el comercio, para el comercio, y deja de tener razón de existir sin él.
Sinatra cantó: "si tengo éxito aquí lo podré trener en cualquier parte," y no se refería a pajaritos ni a maicito. Se refería al ethos de Nueva York, la ciudad más competitiva del mundo, la ciudad de Frick, de Rockefeller, de Guggengheim, de Astor, la ciudad de Gordon Gecko.
Éste ethos comercial es lo que los retrógados medievales quisieron destruir. Dejar de reconstruir las torres de oficinas sería darles la victoria a los terroristas.
Ésto lo entendieron perfectamente los neoyorquinos y por eso reconstruyen. Es triste que un nativo de Chicago, el gran emporio comercial de los Grandes Lagos, haya sido incapaz de entender ésto.
Pero en fin, no será el primero en haber mamado de la teta del comercio sin haber comprendido ella es la que le ha acogido, nutrido, y provisto de cada bien y oportunidad.
¿Te has dado cuenta que cuando los gringos hablan de comercio casi nunca usan la palabra comercio? A veces sí, como cuando dicen "cámara de comercio" (chamber of commerce), pero generalmente dicen "intercambio" (trade). Lo que nosotros llamamos tratado de libre comercio, ellos lo llaman "tratado de libre intercambio". Mientras nosotros intentamos posicionar a comerciantes en sus mercados para vender tímidamente productos de nostalgia a salvadoreños residentes en los Estados Unidos, los norteamericanos llegan a nuestro país e introducen bienes, servicios financieros, contratan mano de obra barata, ofrecen capital humano ("expertise") y cualquier otro tipo de capital, compran acciones, en fin, se posesionan del mercado. Parte de la razón por la que ellos hacen eso tan bien tiene mucho que ver con esa diferencia de conceptos: nosotros firmamos un tratado de comercio y ellos firman un tratado de intercambio. La diferencia es que comercio es una actividad económica, pero intercambio, o sea "trade", es un sistema de libertades. Así que mientras nosotros tontamente creemos que se nos han abierto las puertas para hacer negocios, ellos saben que han expandido su sistema de libertades más allá de sus fronteras, garantizando así su dominio económico.
Manhattan, donde yo crecí y viví, no es la ciudad sagrada del comercio sino la ciudad sagrada del sistema de libertades del cual los estadounidenses están tan orgullosos. Y ahí, en Manhattan, que es una ciudad tan pequeña que puedes recorrerla de un lado a otro en una hora caminando, y a lo largo en unas cinco horas, también caminando, hay más monumentos y memoriales de los que este país podría soñar para todo su territorio. De hecho, cada uno de los ricachones que mencionas tiene su monumento: en Rockefeller Place yo patinaba en el hielo cada diciembre y en Astor Place me sentaba bajo el cubo giratorio para leer (siempre llevaba a mis amigos que me visitaban para que empujaran el enorme cubo giratorio, pocos saben que esa escultura gigante es interactiva y que gira sobre su eje). Así que todo lo que has dicho no me convence ni un ápice. El ethos que mueve a los neoyorquinos es el pulso de la libertad.
Por otro lado, Osama Bin Laden no es un idiota medieval. Es un terrorista fanático sólo imaginable en el mundo moderno. No olvidés que es un petrolero billonario.
¡Me encantó la diferenciación entre "trade" y "comercio"! Hay mucha madera en ése concepto, quizá explique mucho, y creo que hasta un libro podría sacarse de ello. Me parece un excelente punto.
- * -
No quiero en ningún momento lanzar un debate, puesto que tus puntos me parecen muy bien ponderados. Sin embargo, te dejo con ésta cita:
«Here is what bin Laden himself said about his goals and motivations back in December 2001: "If their economy is destroyed [..] It is very important to concentrate on hitting the U.S. economy through all possible means"» No fueron aleatorios los ataques teroristas del Al Kaida al Centro Mundial del Comercio en 1993 y en 2001. Su propósito era claro.
Un cordial saludo,
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