lunes, julio 13, 2009

La intoxicación de la opinión pública

El primer apunte que hice sobre la crisis de Honduras se refería a la acusación que se hizo contra Hugo Llorens, embajador de los Estados Unidos en ese país, como posible arquitecto del golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya. Esa idea reapareció el sábado en El Diario de Hoy, entre el recuento de las nuevas teorías de conspiración que están surgiendo de los medios oficiales de Cuba, Venezuela y Bolivia. Estas teorías crean un extraño efecto de nulidad: no hay unidad entre estas especulaciones y por sus numerosas contradicciones acaban por anularse mutuamente.

Cuando Evo Morales acusa simultáneamente a los narcotraficantes y a los Yanquis de estar involucrados en el derrocamiento de Zelaya, ¿realmente está diciendo que los narcotraficantes y los Estados Unidos están en la misma jugada, trabajando juntos, en contra de Zelaya como enemigo político?

Todas estas especulaciones que involucran a anticastristas y a presuntos o verdaderos agentes de los Estados Unidos como arquitectos de los hechos que han ocurrido en Honduras es un acto de autodenigración. Así como los racistas suelen negar que los mayas y los aztecas pudieron ser arquitectos de sus propias ciudades y civilizaciones, atribuyendo los avances científicos de las civilizaciones precolombinas a seres de otros planetas, ahora resulta que los latinoamericanos no somos responsables de nuestra propia historia, con sus logros y sus errores.

La verdad, innegable e inevitable, es que todo indica que la crisis hondureña fue creada por los mismos hondureños. Un buen análisis desde una posición de izquierda, como el de Leticia Salomón, coincide con esto. Aunque yo me inclino a creer que Mel Zelaya fue tan responsable de su propia caída como la clase política, empresarial y militar que rige el poder en Honduras. Stupid is as stupid does (eres tan estúpido como lo que decides hacer). Si esto es tan claro, entonces, ¿por qué insisten los mandatarios de izquierda en recurrir a un análisis trasnochado de conspiraciones internacionales?

Esta suma de absurdas teorías de conspiración ha provocado todo tipo de reacciones. De todas estas reacciones, yo me quedo con este concepto de Carlos Alberto Montaner (sí, el mismo anticastrista que Cuba tanto detesta): este alud de fábulas políticas lanzadas al azar constituyen un intento de intoxicación de la opinión pública.

En este caso, creo que Montaner tiene la razón. Así que me repito hasta el hartazgo con las mismas palabras con las que concluí mi primer apunte sobre la crisis en Honduras: Lo que más necesitamos en este momento no son mejores periodistas sino mejores lectores de noticias, es decir, mejores lectores de la realidad.

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